Pescando un Monstruo

04.07.2012 10:06

 

Pescando un Monstruo.

“El viejo Pedro” como se lo conocía, era un hombre que se lo solía encontrar  en Punta Ballena. Oriundo de Lascano, Rocha; se instaló en la ciudad de Maldonado, en una época buena de trabajo en la construcción. Herrero de oficio, entrenador de baby futbol como hobbie, su pasión era la pesca. Ya jubilado Pedro, no dejaba de ir a pescar ni un solo día.

Para todo aquél que solía ir de vez en cuando a Punta Ballena, encontrarse con él,  era algo normal. Un día aquí, otro día allá, el viejo Pedro, ya era una postal, dentro de otra postal.

“Tosco”, “Testarudo”, “Mañoso”, “Amargo”, eran algunos de los adjetivos con el que se lo conocía. No le gustaba la compañía. No le gustaba que lo molestaran ni para preguntarle si picaba algo. Si algún foráneo caía en tal error, el viejo contestaba.- Si no prueba, nunca lo va a averiguar. Y qué no se le fuera a preguntar algo más. Normalmente el que lo hacía, recibía algún saludo a la familia. Pero su reacción más inmediata era la de levantar todo e irse, en su viejo Forson rural. Metía todo a la fuerza y pegaba el portaso. Allá arrancaba caliente una vez más.

Para los que ya habíamos tenido un encuentro cercano con el viejo Pedro, era como ver una película, cada vez que alguien se acercaba, ya sabíamos el final. Por supuesto que nos reíamos, y era claro que nos escuchaba. No era para nada molesto, pero era muy extraño que un pescador prefiriera estar solo, a que mal acompañado.

Fue una mañana de primavera, no recuerdo si era, Octubre o Noviembre. Las corvinas negras todavía no habían atracado y por lo tanto seguíamos buscando los Sargos en la Punta del Chileno, o sino terminábamos en Punta Ballena buscando alguna Brótola o Anchoa. Me encontraba  con mi cuñado y un compañero de trabajo que después de haber probado suerte un rato en el Chileno, arrancamos hasta Punta Ballena.

Recuerdo bien el momento porque, el único pescador que estaba un lunes a las 8 de la mañana con un viento de componente sur este i de mucha intensidad, solo podía ser el viejo Pedro. Con su tacuara de 3.60 y su Penn 85, se mantenía firme frente a una mañana que de a poco se iba calentando con la salida del sol. Por supuesto que no lo saludamos, nunca contestaba un saludo. Pero nos mantuvimos cerca como era ya nuestra costumbre. Si Pedro estaba en esa ubicación, era por algo, pues el viejo era terco, pero tenía sus mañanas. Y nosotros aprendíamos.

Al cabo de un rato comenzamos a sacar unas brótolas. Después un par de pescadillas, y el pique se detuvo. Media hora después volvió el pique. Cuatro pescadillas seguidas y una llevada que al intentar clavarla, se cortó el reinal nº6  del anzuelo. Nos miramos y enseguida supimos que había Anchoas. Pedro mientras se mantenía inerte. Si no supiéramos que el viejo estaba ahí, hubiésemos pensado que era una estatua al pescador. No solo no tuvo pique si no que tampoco se inmutaba con los piques nuestros.

El pique volvió a parar y nos dio tiempo para armar todo nuevamente. Tiramos las líneas y esperamos. Aprontamos el mate pues el frío se hacía sentir, por suerte estábamos cubiertos del viento en la ladera Oeste.

Entonces la chicharra de Pedro sonó. La caña se torció de tal manera que parecía que se iba a quebrar. La fuerza fue tan grande que cuando trancó el reel, Pedro comenzó a levantarse hasta  quedar parado. Enseguida aflojó la estrella, y la línea cedió. Pero seguía tirando. El viejo hacía fuerza pero no podía controlar el equipo que llevaba. La chicharra seguía sonando y la estrella era como si no la tuviera puesta. Pues la línea seguía saliendo.

Viendo la situación nos pusimos algo nerviosos y nos acercamos con intención de husmear lo que estaba aconteciendo. Reconozco que era una situación tensa para alguien testarudo, pero en mi mente siempre estuvo la idea de ayudar, si lo pedía. Comenzó a caminar de costado hasta encontrarse con una gran roca que le obstruía el paso, así que comenzó a bajar por la pendiente. La caña por momentos se arqueaba de forma abrupta, y de repente aflojaba. En unos de esos aflojes, Pedro terminó sentado en el suelo como cuando uno tira de la cuerda y se la aflojan. Pero se levantó como un resorte, y volvió a tomar la caña con ambas manos.

Me puse tan nervioso, y me fui arrimando hasta estar muy cerca. Por supuesto que sin decir palabra alguna.  Andar caminando por las rocas de Punta Ballena no era cosa sencilla, y menos cuando se estaba luchando con algo que parecía colosal.

Parecía que la lucha se había terminado, pues la línea estaba floja y Pedro aprovechó para recoger un poco de la misma. Cuando de repente la caña se volvió a arquear y la tanza comenzó a salir nuevamente. Parecía un juego de tire y afloje que no acababa así como así, una situación poco común para lo que estábamos viendo.

Dada la situación no me aguanté e intenté darle un poco de ánimo diciéndole que se afirmara en el piso. Su mirada fue sepulcral, Enseguida entendí todo con la mirada, pero seguía saliendo tanza y el viejo comenzó a bajar por la ladera nuevamente, entonces volví a gritarle,-Corta la tanza que te vas a caer. Y por primera vez escuché la voz de ese cristiano, obviamente que todo lo que dijo no se puede reproducir, pero había conseguido una reacción.

La caña no aflojaba  y se podía ver el final del carrete, y le volví a repetir que cortara, pues el viejo se encontraba muy cerca a una roca que tenían más de 4 metros de altura con el mar. Pero el viejo testarudo no lo hizo. 

Viendo que estaba perdiendo la batalla de su vida se plantó con toda su fuerza hasta que su vara estalló en pedazos, haciendo que la tanza reventara con ella.

La fuerza fue tan grande que quedó tendido en el piso. Enseguida me acerqué y vi que sangraba un poco en su brazo, producto del golpe que se había llevado. Pero la respuesta fue la misma de siempre haciendo que me retirara.

Viendo que su estado físico era bueno, pero que su moral y orgullo estaban destrozados, decidí retirarme, cuando de repente algo en el agua llamó la atención de ambos, algo que jamás olvidaríamos.

Una hermosa ballena azul, sobresalió del agua para mostrarnos toda su magnificencia. Nos miramos y volvimos a mirar el agua, y como si fuera un saludo entre viejos conocidos, la ballena se giró de costado  moviendo su aleta de dorsal. Parecía que nos estaba saludando. Al principio me causó un poco de gracia, pero al ver al viejo Pedro tirado en el piso, desconsolado con aquella experiencia, volví a darle una mano. Jamás esperó una actitud de alguien. Me miró y extendió su mano, hasta que se pudo levantar.  Volvimos a mirar el agua y vimos la cola del hermoso animal hundirse, para no verla más

Me di media vuelta y comencé a retirarme, cuando escuché.- Gracias. Giré mi cabeza y le respondí que no tenía porqué, y seguí hasta donde tenía mis cosas.

Una reacción así, fue mas inesperado  que intentar pescar una ballena con la caña. Pero ese día fue el principio de un cambio radical en el viejo pescador. Está de más decir que lo sucedido quedó entre nosotros por el resto de nuestras vidas, hasta hoy…

Basado en un relato de mi amigo Mario.